Dicen que España es un país dividido, que las ideologías radicales reinan y que a mantener el orgullo nacional nadie ha contribuido. Unos se quieren ir, otros se vienen a trabajar pero, lo que todos tienen en común es una cosa: el arte de criticar. Y pensarás que es verdad, ¿dónde vamos a acabar? Porque en este circo donde nadie escucha, ha aparecido un virus que nos está vaciando la hucha.
“No me gustan los extremos” es, probablemente, una de las frases más cotizadas de los últimos tiempos. Y es que, si comparamos la Bolsa con nuestra forma de pensar, nuestras acciones no dejan de bajar… Todo el mundo sabe que tenemos que cambiar, pero no sabemos ni por dónde empezar.
¿O acaso no te sientes impotente sabiendo que son los intereses los que mueven nuestra mente? Porque, reconozcámoslo ya: deberían convalidarnos el Máster de poner a caldo a la gente. Todos sabemos que hay un problema de tolerancia pero, ¿podremos hacerle frente?
La solución está en la educación: muchas mates y mucha lengua, pero a escuchar nadie nos enseña. Se valora más tener razón que aprender a respetar otra opinión. Ahí reside el problema: ¿alguna vez te has planteado que la verdad puede ser del de al lado? O quizás haya un punto intermedio que no habéis considerado. ¿Prefieres la tortilla de patata con cebolla o sin cebolla? Seguro que has vivido alguna vez un intenso debate de horas y horas. Que la respuesta es un misterio es un hecho, ¿y si le echamos berberechos para quedarnos todos satisfechos? En realidad es fácil encontrar algún punto en común, hasta con esas personas que tienen cerebro de atún.
Y es que dicen que los polos opuestos se atraen, no sé si es por morbo o por el vicio insano de querer que los demás cambien. Hablando de polos; mientras juzgamos a quienes no conocemos, los de nuestro planeta se están derritiendo. Nos hemos quedado congelados pensando en la pandemia, cuando en realidad tenemos muchas otras tragedias. ¡Si fuésemos menos críticos y más curiosos, la mitad de nuestros problemas los tiraríamos a un pozo! Así que, la próxima vez que te angustie si te van a poner Pfitzer o AstraZeneca, piensa en que lo importante es recibir la dosis: la de la vacuna y la de la humildad, porque de volver a la normalidad estamos más cerca. Los efectos secundarios no son relevantes si consideras que ya tienes suerte por el hecho de vacunarte. Lo mismo pasa con la tolerancia: dejemos de jugar con los tronos y pensemos en cómo podemos unirnos para estar felices, seamos cuatro o seamos dieciocho.
Hablamos de la tensión que generan los puntos de vista opuestos como algo funesto, pero no tiene por qué ser mala si aprendemos a vivir con ello: sin riqueza de opiniones, la vida nos daría limones. Porque deberíamos tener en cuenta que estar equivocado no es sinónimo de ser un fracasado, ¿alguna vez has cometido un fallo y con orgullo lo has contado? Vemos como humillación cambiar de idea o de posición cuando en realidad es una oportunidad de enriquecernos y tener opiniones propias, no del montón.
En fin, escuchar es la clave, haz que te respeten y respeta. Elijas lo que elijas tienes derecho a ser quien quieras, te gusten las manzanas o te gusten las peras.
Eso sí, si te gusta la tortilla sin cebolla no sabes nada, ¡no eres una persona cuerda! Por mí te puedes ir a la m*****.